Mi forma de trabajar se basa en integrar elementos de distintos modelos psicoterapéuticos de distintas corrientes psicológicas (Terapia Cognitivo Conductual, Terapia de Aceptación y Compromiso, Perspectiva de Trauma, Mindfulness…) para así adaptarme lo mejor posible al paciente en cuestión, ofreciéndole una intervención personalizada a su problemática.

En la base de mi metodología se halla la escucha activa, empática e incondicional, así como la sanación a través del vínculo profesional-paciente. Desde la primera sesión, es primordial para mí poder crear una bonita y esperanzadora conexión con mi paciente que se convierta en un vínculo reparador.

La autenticidad me define tanto como persona como profesional y es lo que ofrezco en mis sesiones: un trato auténtico, libre de cualquier tipo de prejuicios, liberador y sanador. Porque lo verdaderamente importante es la magia que ocurre cuando mi paciente se descubre sin ataduras ante el proceso terapéutico y, tan solo desde ahí, es desde donde se puede lograr un cambio importante en su vida.

Creo firmemente que el síntoma necesita ser expresado de forma consciente y abrazado, no combatido. No es la lucha lo que caracteriza mi filosofía terapéutica sino la cooperación, co-crear un entorno seguro y de confianza en el que todo aquello que perturba, inquieta, agita… salga a la luz desde una mirada amable y colaborativa. Cuando dicha mirada está impregnada de aversión es difícil lograr un cambio, pues este no puede darse desde un estado aversivo sino desde un estado de calma y amor.

Es maravilloso comprobar cómo cada persona que forma conmigo una relación terapéutica profunda y auténtica, comienza a sentirse más conectada con sus sensaciones, percepciones, sentimientos… con su vida en general. Y, con ello, comienza a respirar como quizás antes lo hacía o como quizás nunca antes lo había hecho, señal de que está empezando a sanar. Y ver, sentir y palpar esta sensación… no tiene precio.